domingo, 24 de febrero de 2019

Desearía escribirte



            Desearía escribirte, para no olvidarte. Así podría llevarte a cualquier lugar. Vendrías conmigo, en mi pequeño cuaderno, donde anoto aquellas cosas importantes que han de sobrevivirme.

            Podría describir en él las curvas de tu figura. También escribiría sobre lo guapa que estás cuando resaltas tu mirada con un poco de rímel y adornas tu sonrisa con ese carmín rosado que sólo tú saber portar. Además, quizá habría sitio también para apuntar que tus ojos son del mismo color que el cielo, o que el olor de tu melena me recuerda al dulzor característico de los mejores melocotones —esos que devorábamos sentados a los pies de aquel gran árbol, junto al riachuelo que pasaba cerca de tu casa.

            Sin embargo, lo que aquellas páginas podrían poseer a penas si serían una leve imagen de lo que eres. En él no entrarían ni la suavidad de tus caricias (aquellas que tanto enrizaban mis vellos), ni tampoco la profundidad de tu mirada, que a veces era terrorífica y otras tantas, tranquilizadora. Claro que, no entrarán porque falte espacio, sino más bien porque irradias demasiada vida.




            Ojalá pudiera escribirte, así podrías acompañarme siempre. Pero se escribe solamente a los muertos, para no olvidarlos. Y tú estás todavía viva. O eso creo. De hecho, estoy seguro de que eres inmortal. Así pues, ojalá me guardes tú, aunque eso signifique mi muerte; porque así yo también seré inmortal. Al menos seguiré existiendo hasta que tu tiempo aquí finalice y continúes mi viaje, o decidas que ya es hora de enterrarme para siempre.