domingo, 18 de septiembre de 2016

El amor, para los necios.

Su mirada se perdió en la fría noche de año nuevo.
Algunos habrían apostado a que él estaría contemplando la belleza que la Luna, acompañada de un manto de estrellas dotaba a una noche única.

Aunque lo cierto es que esa no era la razón de su melancolía.

Una vieja canción llamada "Manhattan" sonaba de fondo, y lejos de alegrar la escena; le daba mayor dramatismo.

Tras él, una gran fiesta en el interior chocaba con la tristeza de la terraza.

Había sido un año largo y duro, que había comenzado con un amor, un amor verdadero.
Casualidades de la vida o no, la había conocido bailando dicha melodía justo un año antes, en un local como en el que ahora estaba.
Juró que nunca había visto a nadie igual, irradiaba belleza y respiraba sencillez; pero era la única, al menos para él, que había conseguido eclipsar a la llena y brillante Luna.

Ahora, rememoraba como habían sido los meses pasados, mientras contemplaba como menguaba aquel satélite perfecto.
Estaba acompañado de un Martini, bebida que hacía recordar cuanto detestaba ella en lo que más tarde se convirtió.

Tras meses de besos, abrazos y promesas de amor, sus inquebrantables valores de niña sencilla se esfumaron, al ver que un rico de clase alta se interesó en ella.
Ahora tenía esa casa con piscina de la que siempre había protestado, el lujoso anillo de diamante del que siempre había dicho "es una necesidad de pijos, no algo que de verdad necesite" y ese precioso, a la par que caro, vestido verde que iba a juego con sus ojos y su pelo aterciopelado.
Se había convertido en lo que siempre detestó, y le encantaba.

Él por su parte, no pudo retenerla, pues la promesa de un amor sincero "no atrae a más que a los necios". Y en el fondo quería creer que se equivocaba, pero ¿quién quiere amor pudiendo tener dinero? Nadie, a menos, en esa sociedad de ricos y necios.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Ideales

Estoy convencido de que si preguntáramos qué es lo más poderoso que hay, muchas personas dirían el dinero. Otras quizá lo pensaran un poco y opinarían que lo más fuerte que puede tener el ser humano es poder. (De hecho, a raíz de poder se crea la palabra poderoso.)

Sin embargo, pocas personas, al menos en comparación, dirían que lo más poderoso que hay es una idea.
Nos suelen decir que el arma más fuerte es la pluma, pero ya nadie escribe con pluma. Es por eso, por lo que la mayoría se rendiría antes frente a una pistola, que frente a una palabra.

Pero las balas solamente atraviesan, mientras que las ideas calan.
Da igual a cuantas personas mates, pues esos ideales no se mancharán. Al contrario, cuanta más sangre derrames, más fuerza cogerá la idea.


Entonces, si de verdad es más fuerte un ideal que un arma, ¿por qué seguimos temiéndolas? Y ¿por qué las continuamos usando?

Porque tenemos la mente cerrada, y al igual que en una boca cerrada no entran moscas, en una mente cerrada tampoco hay sitio para ideas diferentes.

Supongo que hay muchos motivos para no pensar igual, pero creo el principal es el miedo.

Pregúntate ahora qué pasa si una mente se abre, si pierde el miedo.
¿Y si son dos? ¿Y si son miles? ¿Y si son millones?
Empiezas a captar el poder, ¡eh!
Tratan ahora de callarlos. No puedes, ¿verdad?
Es entonces cuando tratas de matarlos, pero por cada uno que muere, surgen diez que gritan más fuerte.

¿Lo ves?
"Bajo esas máscaras de carne y hueso, hay algo más. Hay unos ideales y estos son a prueba de bala."