domingo, 19 de junio de 2016

La primera piedra.

Allí estaba él, trajeado, con una preciosa corbata celeste y un bonito reloj; colocándose el blanco y desgastado casco de albañil que le daba licencia, aunque fueran unos minutos, de poder construir algo.

En su caso, tenía el honor de colocar la primera piedra, que se convertiría en un edificio.
Dicha estructura podría podría haber sido un hospital, donde poder combatir las enfermedades que regulan a los individuos de nuestra especie. No fue así, dejó que la naturaleza siguiera su cauce.
Podría haber sido una escuela, donde poder enseñar a respetar y no juzgar. Tampoco sería la afortunada.

Esa era la primera piedra de un gran casino, que en lugar de educar lo único que enseñaría serían las malas artes, la desesperación y enfermedad.
Lo único que importaba era el dinero, las familias rotas daban igual, las deudas eran una escusa para poder requisar los pocos bienes valiosos de una humilde familia.

Allí estaba él, trajeado, con una preciosa corbata celeste y un bonito reloj; con el blanco y desgastado casco en su cabeza y la piedra esperándolo a pocos metros.
Pero en su ser había algo más, culpabilidad.

Sabía que la primera piedra era la más difícil de poner, ya que era la puerta hacia un lugar; pero aquel casino no era el suyo.
En un acto de rebeldía y valentía decidió quitarse el casco, y lo lanzó, golpeando fuertemente a aquel ladrillo que, como un acto reflejo, se cayó de aquel atril en el que estaba. Se escuchó un sonido peculiar y lo que quedó fueron los trozos asimétricos anaranjados.

Aquel fue su primera piedra, no hacia un casino, sino hacia otro lugar, lejos de allí.

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