martes, 7 de junio de 2016

El precio de volver.

Era una mañana fresca, como todas las de ese mes. Pero aquella era la del aniversario de la marcha de aquel joven a aquella maldita guerra en el confín del mundo, rodeado de polvo, balas y sangre. 
Dos años hacía que su patria había pedido los servicios de aquel niño que se alistó a cambio de unas pelas para poder avanzar hacia lo que él llamaba “libertad”.

En torno a las 7.45 de la mañana sonó el timbre, algo extraño, que rompería para siempre la paz desconsoladora de aquella tranquila casa. Sin embargo, la radio llevaba sonando desde hace varios minutos, señal de que la dueña estaba despierta; de aquel cacharro salían estruendos parecidos a los sonidos de las bombas, lo que dio lugar a la confusión e hizo que el chico llamara una segunda al timbre. Esta vez interrumpió el boletín matinal sobre la guerra. Estaban ganando, pero esa victoria momentánea era a costa de muchas vidas.

¡Ya va! exclamó el ocupante de aquel edificio, aunque el mensaje no llegó al receptor, lo que concluyó en un tercer toque. ¡YA VA! gritó, mientras se anudaba el cinturón de la bata. 

Cuando abrió aquella puerta con doble cerradura un temporal inundó la casa, y como si de una tormenta tropical típica del pacífico se tratara, empezaron a llorar. 
Fue la reacción de dos personas que se querían tras estar dos años separados. Ambos se abrazaron en un cálido abrazo, en el que se mezclaban el olor a arrepetimiento, sangre y repugnancia; con el dolor, el miedo y la desesperación. 
Tras unos minutos se separaron, se secaron y se observaron: 
Ella tenía más arrugas, fruto de la preocupación; él, por su parte, traía varias vendas que tapaban heridas profundas, aunque él sabía que pronto cerrarían, había una que jamás lo haría. Era el precio que tenía que pagar por estar de vuelta. 

Tras aquel leve vistazo, ella reconoció el profundo dolor de aquel hombre en sus ojos y volvió a abrazarlo; esta vez era un abrazo de consuelo, y mientras ella lo abrazaba, él dijo: “Te quiero mamá”. […]

Pasaron los meses, los años. La guerra acabó. Sin embargo, nunca fue capaz de olvidar a todas aquellas personas que caían inertes a su lado. Las veía cada noche, estaban en su cabeza.

Era el precio de volver.

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