jueves, 31 de marzo de 2016

El ciego

Aquella muchacha era la esperanza de toda una población. Apenas alcanzaba los 30 años, tenía los ojos oscuros, como el carbón. Un cabello moreno, que chocaba con su blanca piel, pero que iba a juego con su mar de lunares.
Hacía poco que había acabado su formación. En aquel lugar, tras acabar los estudios elementales eras clasificado según tus aptitudes y aprendías durante diez años, desde los quince hasta los veinticinco; la que sería tu profesión durante el resto de tu vida.

Ella era única, no encajaba en ningún trabajo, así que tuvo la oportunidad de elegir por ella misma.
Decidió estudiar a los antiguos y tratar de responder sus preguntas.

Al principio se burlaban de ella, pues la opinión popular, que a veces es necia, se centraba en recordarle la "inutilidad" de su actividad.
Fueron unos años difíciles, en los que pronto descubrió que no hay más ciego que quien nació con todo puesto en su frente.

Sin embargo, se dio cuenta de que la necesitaban, a ella y a los locos que siguieron sus pasos o que recorrieron el camino antes que ella. Eran ellos quienes ponían las metas, y el resto quien trataba de alcanzarlas.
Por eso la necesitaban, necesitaban metas. Necesitaban que alguien le diera la vuelta a su mundo y así poder buscar las cosas que están detrás de cabeza.

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