sábado, 13 de febrero de 2016

Cenizas

Era una fría tarde de domingo de febrero, en la radio sonaba una vieja canción de Billy Joel y en su cabeza una película de recuerdos. Su primer amor, al que recordaba con una sonrisa en la cara; su mujer, que había fallecido años atrás. Sus hijos, el mayor vivió hasta la guerra, el menor murió, junto con su madre al nacer...

Junto a él, una taza de café, fría y una chimenea que agoniza, al igual que él mientras se bebe su whisky y ve la película de su vida.


Era una familia rota, rota por la guerra, rota por la fe. Fe en un dios que no vendrá a ayudarles en la desgracia que sufren, él lo sabe y desde hace tiempo prefiere ir al bar a tomarse su whisky en lugar de ir a la iglesia a rezar.
Solo le queda una enorme tristeza, que ni el alcohol la calma.

Y mientras eso ocurría, siempre la misma canción en la radio, esa vieja canción triste y dulce que se sabía cuando era joven. El tiempo no avanza para él, su mundo es de tristeza y dolor. Bebe un whisky llamado soledad mientras las ascuas de la chimenea se consumen y él lo aceptó hace mucho. Nunca encontrará consuelo y hace mucho que dejó de preguntarse "¿por qué a mi?". Simplemente espera consumarse, pero siempre con la esperanza de volver a verles, porque eso es lo que le alimenta a su tenue llama, y aunque trata de apagarla bebiendo, no lo consigue, porque es lo único que le queda. Una canción, una copa de alcohol y la esperanza de que ese dios inexistente para él le deje verlos una última vez.

Pero eso nunca pasó. La canción se acabó, la copa voló y su fuego, junto con el de la chimenea, se apagaron.
Pero junto con aquel café frío dejó una nota:
Me hiciste verlo todo de negro, sin embargo la película era a color.

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