martes, 9 de febrero de 2016

El camino.

Era un momento complicado, nada iba bien, aunque él quisiera pensar lo contrario. Cada vez estaba más agobiado, cada vez tenía más presión, y cada vez necesitaba más desconectar. Los resultados no acompañaban, y eso lo único que hacía era empeorar la situación. Eran un par de años difíciles, años de cambio, el paso de una era a otra. Tal vez fuera lo que los sabios llamaban "madurar".

Madurar es darse cuenta de que a veces hay que luchar, y que nadie va a luchar por ti; pero como todo soldado, tiene miedo a la batalla. Trataba de ocultarlo, pero sabía que debía enfrentarse a ella. Todavía tenía tiempo de remontar en su instrucción, todavía nada estaba perdido, pero tenía que tomar las riendas de la situación. Ya no valían excusas, ahora tocaba levantarse de cada caída y avanzar un poco más.

Sin embargo, su batalla era algo compleja, no lo mataría o dejaría malvivir, sino que le abriría las puertas a una nueva forma de vida. Su batalla no era más que el envoltorio de una decisión, una que marcaría su vida. Por supuesto, estaba permitido equivocarse, incluso si cayera en la batalla, tendría más oportunidades. Aunque, su objetivo era ganar. A toda costa.

El problema es que esa decisión era tan importante, que haría que sus personas más allegadas le miraran con los ojos relucientes por haber escogido el "camino correcto" o con cierto aire de desdén, e inclusive, alguno hasta con pena.

Pero no eran sus decisiones, era su decisión. Su batalla. Su camino. Y tal vez, su camino era totalmente diferente al del resto.
No iba a luchar por los demás, porque no era su batalla. Iba a hacerlo por él, para demostrar, otra vez más, que él era libre, y que su camino tendría algunas flores más bonitas, y otras más feas; pero que sería diferente.
No estaba condicionado por los demás, puesto que el único que no le fallaría, sería él mismo.

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